'Cerrar los ojos' en el Festival de San Sebastián

Víctor Erice regresará a San Sebastián para recoger el Premio Donostia. El director vizcaíno también presentará Cerrar los ojos, su nueva película tras varias décadas de ausencia, protagonizada José Coronado, Manolo Solo y Ana Torrent, con la que trabajó en su ópera prima El espítitu de la colmena, y quien será la que le haga entrega del reconocimiento.

SINOPSIS

Un célebre actor español, Julio Arenas, desaparece durante el rodaje de una película. Aunque nunca se llega a encontrar su cadáver, la policía concluye que ha sufrido un accidente al borde del mar. Muchos años después, esta suerte de misterio vuelve a la actualidad a raíz de un programa de televisión que pretende evocar la figura del actor, ofreciendo como primicia imágenes de las últimas escenas en que participó, rodadas por el que fue su íntimo amigo, el director Miguel Garay.

NOTAS DEL DIRECTOR

¿Qué película quiero hacer y por qué? Intentando ser breve y preciso, contesto: la que se desprende del guion que he escrito; y por pura y simple necesidad. Pero como presiento que decir esto no bastará, voy a tratar de explicar algo de lo que Cerrar los ojos puede llegar a encerrar. Bien entendido que ello supone entrar en el terreno de lo conceptual, de la declaración de intenciones -aquí inevitablemente buenas-, de las que, como es sabido, a veces está empedrado el infierno.

Mi impresión es que, más allá de los pormenores de su argumento, la ficción que la película va a proponer al espectador gira alrededor de dos temas
íntimamente relacionados: la identidad y la memoria. Memoria de dos amigos, que un día ya lejano fueron un actor y un director de cine. En el transcurso del tiempo, uno la ha perdido por completo, hasta el punto de que no sabe quién es ni quién fue; el otro, tratando de olvidar, y a pesar
de haberse refugiado en un rincón, comprueba una vez más que la sigue llevando a cuestas, con su carga de dolor.

Memoria, también, contenida en los depósitos de la televisión, un medio que representa como ningún otro la pulsión contemporánea de convertir la experiencia humana en archivo. Memoria, en fin, del cinematógrafo: copias guardadas en su ataúd de latón, lejos de las salas que le vieron nacer, fantasmas de una historia única, socialmente usurpada por el Audiovisual. Memoria -ya larga-, como la de quien escribe estas líneas.

El relato que incorpora estos rasgos surge a medias de lo vivido y lo imaginado. Como se da la circunstancia de que he trabajado en el guion de todas
mis películas, cabe pensar que el tema tiene que ver con mis preocupaciones o intereses vitales más íntimos, los propios de una poética donde la experiencia del cine, insisto, adquiere un carácter de protagonista.

En este sentido, en Cerrar los ojos entrarán en relación dos estilos diferentes: el propio del cine clásico, con su canon ilusionista, en ambientes y personajes; y otro, preñado de ealidad, el que ha desplegado el cine moderno. O lo que es igual, dos clases de relato: uno, el que brotaba al amparo de la leyenda, contando la vida no tanto como era sino como debería de ser; y otro, a la deriva, contemporáneo, sin memoria ni futuro ciertos.

Víctor Erice

 

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