26 de julio de 1962

Fernando Grande-Marlaska. Fernando se cría en Bilbao. Su madre es modista pero tiene claro que tanto él como sus hermanas mayores tienen que estudiar. Les educa a todos en la igualdad. Se reparten las tareas de la casa. En la adolescencia descubre poco a poco su orientación sexual. Le gustan los chicos pero todavía no tiene herramientas para lidiar con ello. Cautela.

Muy atento al devenir político del país. Sufre durante el 23F. Vota por primera vez y con muchas ganas en las elecciones generales del 82. Sigue con interés la entrada de España en la UE. Licenciado en derecho entra en la empresa privada pero no es lo suyo. Y se plantea la carrera judicial. Su personalidad se afianza. Es juez y es homosexual. Algunos ya lo saben.  Cuando encuentra a su pareja decide comunicárselo a su madre. Ésta se lo toma fatal. Distanciamiento.  En Euskadi es un juez amenazado por ETA. Vivir con escolta le incomoda. 

Hoy es juez de la Audiencia Nacional en Madrid. Reconciliado con su madre, su homosexualidad es pública y militante. Sigue viviendo acorde con su lema: ni pena, ni miedo.

Carlos Pedros. Leer delante de sus compañeros de clase era su mayor pesadilla. Carlos era un niño tímido, mal estudiante y con problemas de aprendizaje. Los malos momentos en la escuela y en los sucesivos internados dónde lo recluyen no sólo marcan su infancia sino la persona en que se convertirá. Estos años lo endurecen, es un joven fuerte y con agallas para embarcarse en lo que más le apasiona: los negocios. La euforia dura poco. Se arruina, lo pierde todo y con 30 años, por primera vez, tiene que empezar desde abajo. El trabajo sin descanso le permite renacer y le llegar al escalafón más alto de la hostelería.

Ana María Hernando. Ana María es hija de madre soltera en una pequeña aldea gallega. Señalada por todos, lejos de achicarse se hace una mujer fuerte y valiente. Con 17 años abandona la aldea y se marcha a Madrid para estudiar; pero la euforia y el desmadre de los 80 la atrapan por completo. Cuando su madre se da cuenta, se la lleva a la fuerza a Suiza, dónde había inmigrado. Con 18 años Ana María empieza una vida de expatriada que la transforma y la ayuda a encontrar su camino. Ahora, de nuevo en España, ayuda a los inmigrantes que llegan aquí.