Los dioses deben estar locos

En el aislado desierto de Kalahari, habitado por bosquimanos, transcurre la vida en armonía y en paz. Hasta que un buen día un extraño objeto, una botella de Coca-Cola lanzada por el piloto de una avioneta, cae del cielo. Tal suceso perturba la tranquilidad y coexistencia de la tribu. Así que, para solucionar el conflicto, uno de los bosquimanos decide devolver el díscolo elemento a los dioses que, según ellos, lo enviaron. Para ello inicia un viaje hasta el fin del mundo.

Modesta producción de Botswana que, a pesar de dar mucho que desear a nivel técnico, constituye un estimulante y divertido estudio crítico y satírico de la evolución de la civilización en comparación con la tranquila y natural convivencia de un poblado bosquimano. La cinta, que además de apoyarse en el exotismo casi documental del paisaje africano, también homenajea al cine mudo, no fue estrenada en Estados Unidos hasta cuatro años más tarde de ser producida, consiguiendo un inesperado éxito de público y crítica.