Falsos videntes, ridículos estigmas, estafas a gran escala, absurdas excomulgaciones, bacanales sin fin, santificaciones polémicas, abusos sexuales en nombre de Dios… Todo cabe en la iglesia Palmariana desde que en 1968 cuatro niñas dijeron que se les había aparecido la Virgen María en la finca de “La Alcaparrosa”. Bienvenidos a El palmar de Troya, donde la surrealista realidad supera con creces a cualquier rocambolesca ficción.
La congregación tiene características similares a las de la fe católica anterior al Concilio Vaticano II, del que reniegan los palmarianos. Esta negación del sínodo, que supuso una apertura a los nuevos tiempos para los católicos, fue la base del credo y de las obligaciones de los palmarianos. A partir de estos trasnochados preceptos surgió la congregación de los Carmelitas de la Santa Faz comandados por el autonombrado Papa Gregorio XVII, también llamado Clemente Domínguez, anteriormente contable de una aseguradora hispalense y conocido en los ambientes homosexuales sevillanos de la época como “La voltio”.
Las supuestas apariciones de Jesús y la Virgen a Clemente en los años 70 fueron dando al falsario vidente las claves para la constitución de la orden. Las misas deberían en latín, las mujeres sólo podían orar con el pelo cubierto por un velo y tenían prohibido usar pantalón. Otras normas fueron la prohibición de ver cine, vestir mangas cortas, votar en las elecciones, hablar con toda persona ajena a la iglesia Palmariana y entregar todos los meses un diezmo a la orden. Clemente creó una organización celosa de su intimidad, por lo que no permitían la entrada al santuario a ninguna persona que no comulgaba con su credo.
Como toda secta que se precie, durante décadas Clemente recibió numerosos mensajes que hacían hincapié en una inminente llegada del Apocalipsis donde se produciría una distinción entre buenos cristianos y blasfemos. La organización insistía en que la Iglesia romana estaba llena de comunistas y masones infiltrados por lo que únicamente los miembros de la Iglesia Palmariana tenían asegurado el perdón de Dios y el cielo eterno.
En la actualidad, y desde hace muchos años, lo único que trasciende de la Iglesia “Una, Santa, Católica, Apostólica y Palmariana” son las excentricidades de una secta agonizante cuyos dislates se asoman cada cierto tiempo a las portadas de los periódicos. La orden sobrevive con alrededor un millar de fieles y menos de cien miembros de la corporación, entre sacerdotes, obispos y monjas.
Los cuatro Papas de la Iglesia Palmariana
Gregorio XII. El Papa Clemente
Pedro II. La mano derecha del Papa Clemente
Gregorio XIII. El Papa díscolo
Pedro III. El Papa de la decadencia